Aquí, olvidar se ha intentado confundir con superar. Y en el olvido no sólo cayeron las causas y los efectos de una contienda civil sino, además, los numerosos avances en el ámbito cultural, educativo, organizativo, científico o social que fueron paralelos a nuestra II República y a los sistemas de autoorganización que se dieron en los pueblos para defenderse de sublevados y explotadores. No en vano, los grandes caciques y terratenientes (incluidos obispos y abades) financiaron el llamado “alzamiento”.
En el Alto Aragón y en muchas otras partes de España, desde que los amos se pasaron al bando sublevado, miles de mujeres y hombres del campo colectivizaron la tierra y pusieron fin a la explotación de unos por otros. Abolieron el dinero, implantaron el intercambio de productos, articularon un reparto igualitario según las necesidades de cada uno, y atendieron cuestiones sociales que hasta entonces habían sido olvidadas durante siglos…”
Son las denominadas “colectivizaciones”. Un fenómeno con sus errores, como todo lo humano, pero que por sus características y su significado económico y social, debe ser cuando menos estudiado y conocido. Marco Potyomkin y Manuel Gómez con una brillantez exquisita, indagan en los testimonios vivos que aún nos quedan de aquellos chavales que vivieron las colectivizaciones. Con pulcritud, sin alharacas ni añadidos panfleteros, van conformando a través de los testimonios, de las visiones de historiadores y de imágenes rescatadas, un documental valiente, con fuerza y con rigor, que merece la pena destacar entre el escaso panorama de cine histórico de nuestro estado. Como dice José en la peli “El querer aprender es bueno; el no querer aprender es malo”.
(Miguel Cordero)
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