domingo, 26 de agosto de 2018

Para vosotros boltañesas; para vosotras, boltañeses.


La carta de los-as de Ascaso a las gentes de Boltaña (la capital del municipio) con motivo de las fiestas de la Convivencia, que hoy se acaban.


Tiene Boltaña 11 núcleos aparte de la capital del municipio. En total, una docena de Boltañas distintas, pero todas complementarias. Y de esas once periferias, la más alta -junto a Aguilar- es Ascaso. A mil metros de altitud, a los pies del monte Nabaín, está este caserío que seguramente nació a final de la edad media, como parada obligada de romeros y romeras que subían a Santa Marina. Pero pocas gentes caben en Ascaso: apiñadas a lo largo de la cresta que forma su calle única, están sus seis casas, corrales, pajares, abadía, iglesia y cementerio. Y en sus extremos, la bordas para el estío de los ganados del lugar.

Como tantos otros lugares del Alto Aragón; la política de despoblación y pantanos, la desidia administrativa en la oferta de servicios básicos y la tentación que suponían coche y lavadora en la gran ciudad; hicieron que las gentes de Ascaso emigraran. Pero todas no; una familia de valientes permaneció siempre en la pequeña aldea. Y, a pesar de estar habitada, cuando la gran compañía eléctrica se hizo con el molino de luz de La Gorga, en Boltaña, cortó la mínima conexión de dos cables con que cada noche se encendía la única bombilla de cada casa. Fueron duros los años 60 en las aldeas de Sobrarbe. Cuando en los 90 llegó la pista forestal hasta Ascaso, otros no tan valientes asomaron su coche por el lugar y constataron que, casi en el meridiano 0, se encontraba una joya del patrimonio arquitectónico popular altaoaragonés.

Soplaba el viento rondador por los vanos sin ventanas de las casas de Ascaso. Luz de quinqués al caer la noche en las pocas casas en que se volvía a encender la chimenera. Agua de la fuente de la plaza que llegaba por una canaleta que a cada rato rompían los jabalíes. Pero más fuerte que el abandono fue el embrujo del lugar, de sus pozas, de sus vistas sobre el Ara, de sus atardeceres sobre el Cancias. Y así, volvieron gentes a Ascaso. No con ganas de crear un centro de vacaciones (que ya los hay en la comarca, y de los buenos) sino de re-crear un pueblo, con sus patios interiores y con su vida social en el exterior. No hay fiesta sin pueblo ni pueblo sin fiesta. Y lo saben bien boltañesas y boltañeses: no hay mejor fiesta que la Convivencia ni mejor convivencia que la fiesta.

Volvimos a celebrar San Julián cada primer sábado de septiembre. Subieron quienes habían sido obligados a abandonar el lugar, bailamos en la plaza cuarenta años después del último baile y surgió la idea de que todos (o, al menos, casi todos), somos más fuertes que uno a una, que una a uno. Con la asociación dimos la lata, plantamos cara a algún político, pero también fuimos consiguiendo de ellos cosas que en otros lugares hacía décadas que eran normales. Quisimos tener voz y que nos escucharan. Y lo fuimos consiguiendo. Hoy Ascaso está en todos los mapas.

Una noche de invierno -duro invierno el de aquí arriba, aún sin electricidad ni carretera en condiciones- mientras veíamos algunas películas con cuatro o cinco amigos y amigas sobrarbenses, surgió la idea de hacer eso mismo en verano, pero en algún lugar donde cupiera más gente. El sitio no podía ser otro que la antigua era, el único espacio horizontal del lugar. Sus antiguos propietarios se sumaron al entusiasmo de la idea y la cedieron a la asociación. Así nació el actual espacio del cine. El primer día de la primera edición, el Pirineo saludó con su mejor tronada. Hubo que resguardarse en la vieja borda en ruinas. Fue un aviso serio y pasado por mucho agua: si queríamos continuar con el festival, no sólo había que desbrozar una era, también había que restaurar un edificio. Pedimos y se nos dio: con una campaña de crowfounding por internet logramos que muchas gentes de otros lugares de Aragón, España y el mundo, euro a euro, nos ayudaran a crear nuestro particular palacio de festivales. Y quedó chulo. Si no lo conoces, súbete a verlo, merece la pena.

Y así, poco a poco, con el esfuerzo de muchos y muchas, hemos ido cumpliendo años con nuestra pequeña Muestra de Cine. Pequeña en términos de cantidad, porque en calidad somos potentes. Y en calidez, vamos sobrados. Pero Ascaso es pequeño, y no queremos que esto se pierda. Y el cine que nos gusta es también de presupuestos pequeños, y eso nos gusta. Y cuando vemos dónde han ido a parar los grandes fastos de la cultura, los grandes contenedores culturales, la mayor nosequé del mundo, el mayor puturrú de Europa, preferimos seguir teniendo la escala humana a que este caserío nos obliga.

Y sin perder el norte que cada día nos señala el pico Nabaín y, cada la noche, una estrella polar que se ve desde Ascaso como desde ningún otro sitio. Buscamos pasarlo bien. Estar con nuestros vecinos y vecinas, que no son solo quienes vivimos en Ascaso, también las gentes de Sobrarbe y, sobre todo, de nuestra querida Boltaña. Recuperar el pueblo; sus muros, senderos y casas y, también, su vida social y comunitaria. Porque siempre recordamos aquellos versos de nuestro poeta cantautor: Y cuando respirables resulten las alcobas/ traeré a mis compañeros para iniciar la obra/ de levantar un árbol delante de la puerta/ que dé cobijo al aire y al hombre le dé sombra.

A finales de agosto, el martes 28, como continuación de las fiestas de la Convivencia, empieza una nueva edición de la Muestra de Cine de Ascaso. Habremos puesto la aldea guapa, gentes jóvenes de varios países han venido estos días voluntarias a ayudarnos a arreglar muros y senderos. La ponemos guapa y le ponemos cine para nuestra gente pero, también, para todo Aragón y toda España. Y, sobre todo, para vosotros boltañesas; para vosotras, boltañeses. Os estaremos esperando cuando os acerquéis, paso a paso, a este reló de Ascaso.


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