Cuando la dirección de la Muestra de Cine de Ascaso me encargó programar los cortometrajes, me invadió una gran responsabilidad. O más bien, yo me dejé invadir por ella cuando tuve que anular la primera reunión presencial con Miguel Cordero y Néstor Prades ante la suspensión de las clases en colegios, institutos y universidades. Fue dos días antes de la declaración del Estado de Alarma por motivo de la Covid-19. Si programar supone una edición de la realidad para plegarla en una propuesta de películas, me resultaba necesario hablar sobre la lógica del momento; la de la Nueva Normalidad.
Sentí que debíamos empaparnos de una trascendencia desprovista de los problemas inminentes como la crisis sanitaria, las consecuencias económicas y la reacción geopolítica, para la que seguramente aún nos falta perspectiva futura. Debía buscar en las películas lo incontestable de esta Nueva Normalidad o periodo de espera a una vacuna. Ese saber que como gusta decir a Chema González, Jefe de actividades del Museo Reina Sofía, se encuentra únicamente entre el espectador y la pantalla. Una mística que nos hablara de nosotros; los protagonistas junto al virus, por ser su portador y difusor.
Javier Chillón dedicó su primer cortometraje, El mal de Schneider (España, 2008) a la representación de una pandemia. Sumergido en las modulaciones del documental propagandístico de la Guerra Fría, Chillón diseñó una distopía que apunta una posible Nueva Normalidad que nos recuerda horrorosamente a nuestro momento. Un ejemplo de cómo el cine dicta profecías en trances estéticos aparentemente inconscientes.
Mientras otras pandemias como la viruela o la gripe española afectó a jóvenes y niños, la Covid-19 se ceban con los mayores. Los adolescentes en este caso presentan cierta inmunidad, pero son la generación portadora. En esta relación de responsabilidad invertida, elegí dos cortometrajes que se han redimensionado tras la pandemia, y que son retratos de la tercera y la primera edad.
En Litoral (España, 2019) Juanjo Rueda aborda desde lenguajes documentales el pasado de un pueblo de Málaga a través de su abuela. O mejor, pone a su abuela en el centro de un retrato, el el que subyace su generación. La misma que amortiguó con sus últimos recursos, el golpe de la crisis de 2008 en sus nietos y que con su desaparición, acaba definitivamente el siglo XX en nuestro país. Porque el siglo XXI está en manos de los jóvenes. En este caso una generación que nunca ha estado tan distante de sus predecesoras ante una nueva dualidad entre lo real y lo virtual. En ese espacio difuso se construye Arenal (España, 2019) de Rafa Alberola. Otro cortometraje extrañamente profético, que a través de las interacciones en redes sociales nos muestran una relación entre dos amigos. En este lugar hiperreal veremos cómo vivir en libertad o en confinación están demasiado.
Y mientras, por encima del individuo está el curso del mundo. El confinamiento nos ha mostrado claramente que si el virus es una plaga para la especie humana, ésta es a su vez una plaga para el planeta. Durante el encierro para evitar la expansión del virus hemos visto cómo bajaban los niveles de contaminación, cómo animales insospechados volvían a campar por las ciudades y cómo plantas sin control se adueñaban de la primavera. El entorno se manifiesta como un lugar mancillado por el hombre y que es necesario repensar.
A través de la imaginación propia y de otros cineastas como Raoul Ruiz o Jean Epstein, Rafael Guilhem compone en Hypnotic sea/Nemo (Mexico, 2020) una película de apropiación en la que se evoca la provocación que crea el mar. Los océanos se nos muestran como retazos ya filmados de una naturaleza imposible de abarcar y cuyo perdón no llegará desprovisto de su cuidado. En cambio en Muedra (España, 2019) la naturaleza es un marco imaginario donde las criaturas animadas por César Linga, podrían ser nuestros sucesores en un planeta libre de la plaga humana.
Bajo las estrellas de Ascaso, porque además de la más pequeña muestra de cine del mundo, puede que sea la más remota, esperamos que esta articulación de la Nueva Normalidad a través del cortometraje abra las mentes de los espectadores aunque los vean tras una mascarilla. Que los preparen para los largometrajes que los siguen como un aviso de que el cine está tan presente y fuerte como las plantas que invadieron los espacios urbanos estos pasados meses de confinamiento. Tan vivo como la naturaleza, mientras los humanos poblemos el planeta, estará el arte de las imágenes y los sonidos en movimiento.
www.samuelalarcon.com
Javier Chillón dedicó su primer cortometraje, El mal de Schneider (España, 2008) a la representación de una pandemia. Sumergido en las modulaciones del documental propagandístico de la Guerra Fría, Chillón diseñó una distopía que apunta una posible Nueva Normalidad que nos recuerda horrorosamente a nuestro momento. Un ejemplo de cómo el cine dicta profecías en trances estéticos aparentemente inconscientes.
Mientras otras pandemias como la viruela o la gripe española afectó a jóvenes y niños, la Covid-19 se ceban con los mayores. Los adolescentes en este caso presentan cierta inmunidad, pero son la generación portadora. En esta relación de responsabilidad invertida, elegí dos cortometrajes que se han redimensionado tras la pandemia, y que son retratos de la tercera y la primera edad.
En Litoral (España, 2019) Juanjo Rueda aborda desde lenguajes documentales el pasado de un pueblo de Málaga a través de su abuela. O mejor, pone a su abuela en el centro de un retrato, el el que subyace su generación. La misma que amortiguó con sus últimos recursos, el golpe de la crisis de 2008 en sus nietos y que con su desaparición, acaba definitivamente el siglo XX en nuestro país. Porque el siglo XXI está en manos de los jóvenes. En este caso una generación que nunca ha estado tan distante de sus predecesoras ante una nueva dualidad entre lo real y lo virtual. En ese espacio difuso se construye Arenal (España, 2019) de Rafa Alberola. Otro cortometraje extrañamente profético, que a través de las interacciones en redes sociales nos muestran una relación entre dos amigos. En este lugar hiperreal veremos cómo vivir en libertad o en confinación están demasiado.
A través de la imaginación propia y de otros cineastas como Raoul Ruiz o Jean Epstein, Rafael Guilhem compone en Hypnotic sea/Nemo (Mexico, 2020) una película de apropiación en la que se evoca la provocación que crea el mar. Los océanos se nos muestran como retazos ya filmados de una naturaleza imposible de abarcar y cuyo perdón no llegará desprovisto de su cuidado. En cambio en Muedra (España, 2019) la naturaleza es un marco imaginario donde las criaturas animadas por César Linga, podrían ser nuestros sucesores en un planeta libre de la plaga humana.
Bajo las estrellas de Ascaso, porque además de la más pequeña muestra de cine del mundo, puede que sea la más remota, esperamos que esta articulación de la Nueva Normalidad a través del cortometraje abra las mentes de los espectadores aunque los vean tras una mascarilla. Que los preparen para los largometrajes que los siguen como un aviso de que el cine está tan presente y fuerte como las plantas que invadieron los espacios urbanos estos pasados meses de confinamiento. Tan vivo como la naturaleza, mientras los humanos poblemos el planeta, estará el arte de las imágenes y los sonidos en movimiento.
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