martes, 25 de agosto de 2020

60 años de ‘Sed de mal’ y su magistral plano secuencia. Un artículo de Carles Rull en "20 minutos"

Nada más empezar, poco más de tres minutos que dejaron boquiabiertos a los críticos y cinéfilos más exigentes. Es el famoso plano secuencia que abre Sed de mal (Touch of Evil, 1958) de Orson Welles, desde el plano detalle de unas manos preparando un explosivo para colocarlo en el interior del maletero de un coche hasta la explosión final, una vez que el conductor, un empresario norteamericano, y su acompañante, una cabaretera, han cruzado la frontera de México con Estados Unidos. Y de fondo, la música con toques de jazz de Henry Mancini.


Cine negro, muy negro, y rodado naturalmente también en blanco y negro con una fotografía barroca e inspirada en el expresionismo alemán (captada por Russell Metty) que acentuaba los contrastes luminosos y lo grotesco de sus personajes. No era una película de Dreyer, pero el tratamiento de la luz y las tinieblas estaban a la par con su trasfondo, el enfrentamiento entre la integridad y la corrupción. El primer concepto representado por Mike Vargas (Charlton Heston), un influyente agente antidrogas del gobierno mexicano, y el segundo por el capitán de policía estadounidense Hank Quinlan (encarnado por el propio Welles).

Su primicia en Los Angeles fue el 23 de abril de 1958 y era el octavo largometraje del genio que había sorprendido en su debut, uno de los mejores de la historia del cine, con Ciudadano Kane (1940). Antes de Kane, un mediometraje de unos 40 minutos, Too Much Johnson, con Joseph Cotten, que nunca llegó a estrenarse en los cines.


Pero Sed de mal, considerada una obra maestra, no fue precisamente bien recibida en su país durante el estreno. El batacazo comercial fue enorme y la crítica disparó sin piedad contra ella. Tampoco contribuyó nada el que la productora Universal considerara que la película, basada en una novela de un tal Whit Masterson (seudónimo bajo el que se escondían dos escritores), resultara demasiado confusa para el público. A espaldas de Wells decidió aplicar tijeretazo y también añadir nuevas escenas rodadas por otro director.

La trama cuenta con varias líneas argumentales, todas relacionadas. La investigación del asesinato del empresario norteamericano y los presuntos métodos ilícitos de Quinlan para obtener pruebas falsas cruzándolos con el delicado caso que tiene entre manos Vargas para meter entre rejas a los Grandi, una peligrosa familia de narcotraficantes, y los planes de estos para intimidar a la joven y recién casada Susan (Janet Leigh), la esposa de Vargas.


Sobre la película planea una constante atmósfera de inquietud y acecho (sobre todo al personaje de Janet Leigh). En el ambiento fronterizo se respira vicio y desorden: reyertas callejeras, licorerías, cabarets o locales de striptease cobijando las bajas pasiones. Matones añiñados con aspecto de gigoló, hombres que se humedecen los labios en presencia de una mujer (Akim Tamiroff, interpretando a uno de los mafiosos Grandi, en presencia de Leigh), esa soberbia caracterización de Orson Welles o el aliciente añadido de las breves secuencias con Marlene Dietrich, cruciales para entender mejor el personaje de Quinlan. Ante tan abrumador cúmulo de genialidades ni siquiera importa que Charlton Heston se olvidara de imprimirle un acento hispano a su personaje.

Sed de mal tuvo que esperar a su llegada a las pantallas europeas para revalorizarse, y a posteriores versiones para acercarnos más a esta obra capital del cine negro norteamericano, la de 1976 a partir de una copia hallada de 106 minutos (en contraste con el de 93 con el que se estrenó la versión de Universal), o la de 1998, restaurada intentando seguir las indicaciones del memorándum de 58 páginas que había escrito Wells en su momento indicando cómo era su visión de la película.



Carles Rull. , Diario 20 Minutos, 23 de abril de 2018.


Título Original: Touch of Evil Dirección:Orson Welles. Guión: Orson Welles (Novela: Whit Masterson). Música: Henry Mancini. Fotografía; Russell Metty (B&W) Intérpretes: 
Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor Productora; Universal Pictures País: Estados Unidos. 1958 Duración: 108 minutos

Sed de Mal se proyectará en la Muestra de Cine de Ascaso el jueves 27 de agosto de 2020, a las 21:15. Será la versión definitiva reconstruida a partir del memorándum del Orson Welles. 

jueves, 20 de agosto de 2020

El zulo y la culpa. Artículo de Juan Zapater en wwwghostintheblog.com/

 Sobre "La trinchera infinita" (Viernes 28 de agosto de 2020, 21:15 en la Muestra de Cine de Ascaso)


Juan Zapater



El despegue de este viaje al corazón de la ignominia resulta tan ensordecedor como inaudible. No hay aliento. Todo irrita y todo fluye en la carrera desesperada de su protagonista. Los jadeos y la peculiaridad del habla, una marcada entonación andaluza, dificultan su comprensión. Oímos hablar a los personajes, pero no siempre entendemos sus palabras. Da igual. Resulta evidente el sentido de lo que se nos cuenta. El filme recrea ese latigazo letal que envenenó la historia de España un 18 de julio de 1936. Fue aquel un amanecer de sangre y venganza. Una masacre que, todavía hoy, escuece porque ni han cicatrizado sus heridas ni se han (a)pagado sus desgarros.

El protagonista fundamental de “La trinchera infinita” es una víctima, un fugitivo al que el peligro de muerte primero, el miedo puro después y la culpa finalmente, entierran en vida durante tres largas décadas. Ese auto-secuestro para salvar el pellejo establece el paisaje que durante 147 minutos recrean los creadores de “Handia” y “Loreak”. Más todavía; a Jon Garaño y José Mari Goenaga se les ha unido ahora en la dirección, Aitor Arregi. Un concierto a seis manos del que se cuenta que fue dirigido de manera alterna. La batuta pasaba de uno a otro, de secuencia a secuencia, en una labor de pica y ahondamiento en este viaje al centro de la locura.

Hace doce años, Arregi y Goenaga presentaron un documental humilde y bienintencionado en torno a Lucio, un cascantino de roca y fuego que soñó con arruinar a la banca estadounidense y al que la justicia francesa tildó como el último Robin Hood de la humanidad. Aquel reportaje, en el que dos entusiastas directores interrogaban impostando una distancia sobre un personaje al que admiraban, no mostraba señales del potencial que poco a poco han sido capaces de demostrar. No había alto cine en “Lucio”, es verdad. Pero sí había un piadosa necesidad de comprender a las víctimas.

Esa misma actitud impregna las dos largas, arriesgadas y generosas horas de “La trinchera infinita”; una recreación dura y agobiante de cómo se siente una persona cuando, como una rata, vive más de 30 años encerrado en un agujero de su propia casa. En “Loreak” y en “Handia”, el sello Moriarti Produkzioak reclamaba la pertinencia de hacer un cine de identidad territorial y cultural capaz de armonizar lo autóctono con lo universal. En “La trinchera infinita”, Garaño, Goenaga y Arregi no han dudado en bajar al sur para hurgar en la naturaleza del viacrucis de Higinio y Rosa, (excelentes Antonio de la Torre y Belén Cuesta), muertos vivientes en un tiempo sin aliento. Ese tiempo y ese espacio permiten a sus directores generar una espiral a través de la cuál vemos descomponer la estabilidad e incluso la integridad de sus dos principales víctimas. El que se encierra asustado y quien se encarga de velar para que pueda seguir existiendo bajo tierra. Pero incluso en ese lienzo de pueblos blancos y campos sin verde, “La trinchera infinita” vuelve a ser cine vasco… rodado en Andalucía.

Su argumento se abisma en quiebros y requiebros. Tras un eléctrico arranque, todo parece que va a anclarse en la desolad(or)a sequedad de un descenso a la locura. Sin embargo, el filme no se conforma con mostrar un desmoronamiento personal. Hay más. Hay relatos y personajes secundarios. Hijos e incomprensiones. Hay una complejidad que arriesga incluso con romper el verosímil. Pero eso, a sus directores, no les importa. De hecho “La trinchera” abraza lo folletinesco para hablar del veneno de la culpa. La cuestión es coser la tragedia individual a la historia con mayúsculas. Ese período que sigue sin enterrar en esta larga noche que profana, no tanto los huesos, como su memoria. Mientras tanto, aquí se evocan múltiples ideas para iluminar lo que pasó en aquella noche tan larga.

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Título Original: LA FRONTERA INFINITA Dirección:Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga Guión: Luiso Berdejo, José Mari Goenaga Intérpretes: Antonio de la Torre, Belén Cuesta, José Manuel Poga, Vicente Vergara País: España. 2019 Duración: 147 minutos

La trinchera infinita se proyectará en la Muestra de Cine de Ascaso el Viernes 28 de agosto de 2020, a las 21:15. Contaremos con la presencia de sus tres directores: Jonm Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga. Ventra de entradas en https://entradium.com/es/events/la-trinchera-infinita-28-de-agosto

viernes, 7 de agosto de 2020

Cortometrajes para entender una Nueva Normalidad. Un programa de Samuel Alarcón para la Muestra de Cine de Ascaso 2020.


Cuando la dirección de la Muestra de Cine de Ascaso me encargó programar los cortometrajes, me invadió una gran responsabilidad. O más bien, yo me dejé invadir por ella cuando tuve que anular la primera reunión presencial con Miguel Cordero y Néstor Prades ante la suspensión de las clases en colegios, institutos y universidades. Fue dos días antes de la declaración del Estado de Alarma por motivo de la Covid-19. Si programar supone una edición de la realidad para plegarla en una propuesta de películas, me resultaba necesario hablar sobre la lógica del momento; la de la Nueva Normalidad.



Sentí que debíamos empaparnos de una trascendencia desprovista de los problemas inminentes como la crisis sanitaria, las consecuencias económicas y la reacción geopolítica, para la que seguramente aún nos falta perspectiva futura. Debía buscar en las películas lo incontestable de esta Nueva Normalidad o periodo de espera a una vacuna. Ese saber que como gusta decir a Chema González, Jefe de actividades del Museo Reina Sofía, se encuentra únicamente entre el espectador y la pantalla. Una mística que nos hablara de nosotros; los protagonistas junto al virus, por ser su portador y difusor.

Javier Chillón dedicó su primer cortometraje, El mal de Schneider (España, 2008) a la representación de una pandemia. Sumergido en las modulaciones del documental propagandístico de la Guerra Fría, Chillón diseñó una distopía que apunta una posible Nueva Normalidad que nos recuerda horrorosamente a nuestro momento. Un ejemplo de cómo el cine dicta profecías en trances estéticos aparentemente inconscientes.

Mientras otras pandemias como la viruela o la gripe española afectó a jóvenes y niños, la Covid-19 se ceban con los mayores. Los adolescentes en este caso presentan cierta inmunidad, pero son la generación portadora. En esta relación de responsabilidad invertida, elegí dos cortometrajes que se han redimensionado tras la pandemia, y que son retratos de la tercera y la primera edad.

En Litoral (España, 2019) Juanjo Rueda aborda desde lenguajes documentales el pasado de un pueblo de Málaga a través de su abuela. O mejor, pone a su abuela en el centro de un retrato, el el que subyace su generación. La misma que amortiguó con sus últimos recursos, el golpe de la crisis de 2008 en sus nietos y que con su desaparición, acaba definitivamente el siglo XX en nuestro país. Porque el siglo XXI está en manos de los jóvenes. En este caso una generación que nunca ha estado tan distante de sus predecesoras ante una nueva dualidad entre lo real y lo virtual. En ese espacio difuso se construye Arenal (España, 2019) de Rafa Alberola. Otro cortometraje extrañamente profético, que a través de las interacciones en redes sociales nos muestran una relación entre dos amigos. En este lugar hiperreal veremos cómo vivir en libertad o en confinación están demasiado.


Y mientras, por encima del individuo está el curso del mundo. El confinamiento nos ha mostrado claramente que si el virus es una plaga para la especie humana, ésta es a su vez una plaga para el planeta. Durante el encierro para evitar la expansión del virus hemos visto cómo bajaban los niveles de contaminación, cómo animales insospechados volvían a campar por las ciudades y cómo plantas sin control se adueñaban de la primavera. El entorno se manifiesta como un lugar mancillado por el hombre y que es necesario repensar.

A través de la imaginación propia y de otros cineastas como Raoul Ruiz o Jean Epstein, Rafael Guilhem compone en Hypnotic sea/Nemo (Mexico, 2020) una película de apropiación en la que se evoca la provocación que crea el mar. Los océanos se nos muestran como retazos ya filmados de una naturaleza imposible de abarcar y cuyo perdón no llegará desprovisto de su cuidado. En cambio en Muedra (España, 2019) la naturaleza es un marco imaginario donde las criaturas animadas por César Linga, podrían ser nuestros sucesores en un planeta libre de la plaga humana.

Bajo las estrellas de Ascaso, porque además de la más pequeña muestra de cine del mundo, puede que sea la más remota, esperamos que esta articulación de la Nueva Normalidad a través del cortometraje abra las mentes de los espectadores aunque los vean tras una mascarilla. Que los preparen para los largometrajes que los siguen como un aviso de que el cine está tan presente y fuerte como las plantas que invadieron los espacios urbanos estos pasados meses de confinamiento. Tan vivo como la naturaleza, mientras los humanos poblemos el planeta, estará el arte de las imágenes y los sonidos en movimiento.

www.samuelalarcon.com

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